CRÓNICAS DEL FIN DE SEMANA
Por Rafael Hernández
NADIE VIÓ, NADIE LLORÓ…
De todas las bombillas
colocadas, solo cuatro medio iluminaban la empinada y estrecha calle; más abajo
en la escalera de peatones dos muchachos conversaban amigablemente, a la mitad
de la vía tres personas sentadas en muebles de mimbre jugaban una partida de
cartas, mientras que más arriba con una silla colocada debajo del marco de la
puerta de su rancho, con las dos patas traseras dentro y las dos delanteras en
la acera; Luís P. o mejor dicho “El Lucho” como todos lo conocían, dejaba escapar
bocanadas de humo de un cigarrillo a la mitad y de vez en cuando un trago
directo de la botella de aguardiente con la que hacía diez minutos acababa de
llegar…es el distribuidor de sustancias tóxicas en el barrio, el malandrín, el
“jefe” de la zona….
Aparte de una que otra
discusión de los jugadores de carta y la música no tan elevada de un pequeño
radio receptor dentro de la casa donde se realizaba la partida de ajiley; todo
era silencio y paz en el sector; sin embargo el lucho fumaba y bebía con cierto
nerviosismo, de vez en cuando adelantaba el torso y miraba hacia abajo, hacia
el comienzo de la calle….
De repente el Lucho se pone de
pie, rueda la silla al interior de su vivienda y cierra apresuradamente la
puerta…dos potentes faros y un automóvil negro al que no se le alza a ver placa
ni marca, pasa lentamente ante la mirada atenta de las pocas personas que
permanecen en la calle….casi que se detiene frente al rancho del lucho…..dentro
del murmullo de los jugadores se alcanzó a oír de boca de uno de ellos que era
la tercera vez en la noche que el auto pasaba….poco a poco el auto se fue
perdiendo hasta cruzar a la derecha dos cuadras más arriba….
De repente, el silencio de la
media noche es interrumpido por una ráfaga de disparos y seguidamente por el
rechinar de cauchos de un automóvil que se aleja a toda velocidad; los vecinos
salen precipitadamente de sus casas, se acercan y todos alcanzan a ver las dos
piernas del Lucho que sobresalen en la acera y uno de sus sucios y viejos
zapatos tipo tenis un poco más adelante…..Al poco tiempo el ulular de sirenas
indicaba que las autoridades se acercaban al sector; la mayoría de las personas
volvieron a sus hogares, algunos borrachitos y trasnochadores que pasaban por
el lugar, ni atinaron a dar el nombre de la indocumentada victima…Murió El
Lucho y nadie vio nada, nadie lloró.
Así mueren, diariamente, muchos Luchos (y no Luchos) y nadie ve, nadie siente, nadie llora...
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